Nuestro camino no se entendería sin el legado de los Vicens y los Vallespí: hombres y mujeres de la tierra —los padres, los abuelos, los tatarabuelos y más allá—, que desde 1890, ininterrumpidamente, han trabajado los viñedos esparcidos por el territorio y les han dado valor vinificando de manera honesta sus uvas.
Esta es su herencia,
sin la cual no seríamos lo que somos hoy.